Colombia necesita terapia psicológica

No es un secreto que la salud mental en Colombia se encuentra en crisis. Los problemas que existían de base aumentaron con la pandemia, incrementando casos como la depresión y el suicidio. La violencia en la que ha estado sumergido el país por más de 50 años, acompañada por la  necropolítica de los últimos 20 años, ha hecho estragos en la mente de los colombianos.

La Revista especializada ELSEVIER  publicó  un estudio entre la relación de los problemas mentales, trastornos y ansiedad con el conflicto armado en Colombia, mostrando resultados preocupantes. En regiones donde el conflicto es permanente, las cifras de trastornos, estrés postraumático y suicidio son calificadas de alta intensidad, en comparación con regiones que viven ahora en paz o que no han sido violentadas.  De otro lado, las personas desplazadas tienen niveles más altos de estrés postraumático que las personas que deciden quedarse en su lugar de origen. El consumo de cigarrillo y marihuana ha aumentado en las regiones con más violencia, y la ingesta de alcohol también presenta un notorio crecimiento, incluso en regiones sin conflicto.

Pero no solo el conflicto armado influye en la salud mental, también las políticas económicas y sociales: el desempleo, la pobreza y la violencia intrafamiliar son detonantes. La pandemia elevó las cifras, con 3.672 suicidios entre enero de 2020 y junio de 2021. La depresión y ansiedad aumentaron, afectando principalmente a personas responsables de sus hogares, mujeres y jóvenes. Así mismo, las consultas con especialistas disminuyeron, en parte por el miedo al contagio pero también debido a las deficiencias de nuestro sistema de salud.

Nuestro sistema de salud es un despropósito: por un lado, las personas que viven en regiones alejadas y en conflicto no tienen manera de recurrir a un profesional. Por otro lado, las EPS para ahorrar costos no remiten a los especialistas. Y para colmo de males, la ley 100 solo permite la atención en caso de urgencias, imposibilitando un tratamiento y alejando a las personas más pobres de este servicio (lea aquí). Contamos con más de 100.000 profesionales de la salud mental en Colombia – necesarios en un país tan violento como el nuestro- pero es un gremio con un alto porcentaje de desempleo, no llegando ni siquiera al 70% de vinculación laboral.

Solucionar el tema de nuestra salud mental como país va más allá de un cambio de políticas públicas, inversión de recursos, manejos administrativos o contratación de profesionales en el sector de la salud. Debe existir también la parte preventiva, disminuyendo los factores de riesgo externos que alimentan dichas cifras. Y esto solo se consigue cambiando las políticas económicas y sociales, para que mejoren la calidad de vida de los colombianos, garantizando no solo la paz, la equidad, el progreso, la sana convivencia y el respeto, sino también alejando al país del ethos mafioso o necropolítica que fue invadiendo al país desde que Álvaro Uribe llegó al poder.

Colombia necesita urgentemente una terapia psicológica grupal, donde nos enseñen a no buscar la violencia como recurso, a no justificar la muerte del prójimo por “bienestar” de la patria, cuando el prójimo también es patria; donde la palabra armas nos escandalice más que la palabra amor y perdón. Una terapia donde nos traten el síndrome de Estocolmo o el amor tóxico a las políticas violentas, y nos brinden estrategias para que como país podamos ser respetuosos, asertivos y empáticos.

Como dice Byung-Chul Han, se trata de “recuperar al otro”. Colombia necesita terapia.

* Columna para El Unicornio

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