La maternidad elegida no es genocidio
El 21 de febrero de 2022 la Corte Constitucional de Colombia aprobó la despenalización total del aborto hasta las 24 semanas de embarazo (6 meses). Esto ocurrió gracias a la persistencia del movimiento feminista Causa Justa, que expuso 90 argumentos, entre ellos: “La despenalización total del aborto es un asunto de justicia con las mujeres porque es necesario reconocer, respetar y proteger la capacidad moral de las mujeres para autodeterminarse”; “porque Colombia ha avanzado en su marco normativo y el reconocimiento de las mujeres como sujetos de derechos plenos”.
Aunque los movimientos feministas celebraron la decisión de la Corte, la ultra derecha goda religiosa no se sintió feliz y en voz del exprocurador Alejandro Ordoñez acusó al alto tribunal de aprobar una ley “genocida”, palabra sumamente fuerte en un país que ha tenido la Necropolítica como norma durante décadas. Por otro lado, Andrés Pastrana, estrechamente vinculado al caso del pedófilo Jeffrey Epstein, propuso un referendo contra la legalización del aborto.
Los argumentos religiosos y políticos para acusar a la maternidad elegida como genocidio o asesinato caen por su propio peso. En primer lugar, con la maternidad elegida no se trata de aniquilar o exterminar a nadie, se trata de que cada mujer tenga la autonomía de elegir si desea ser madre, interrumpir su embarazo o continuar con el mismo. La superstición e ignorancia hacen creer que abortar es como si la mujer que lo hace lo adoptara como un anticonceptivo, en forma deliberada. El aborto no es un procedimiento para fácil, por eso mismo se buscó la despenalización y el acompañamiento profesional. El aborto ahora será dentro del marco legal, llevando a muchas mujeres a un tratamiento adecuado, ya no al inadecuado que traía como consecuencia la muerte o la septicemia.
Tocará además recordarle a la derecha religiosa que se autodenomina “pro vida” y que juzga el aborto, los genocidios cometidos por la Iglesia Católica durante siglos, las cruzadas con sus torturas y la desaparición de otras culturas y creencias paganas, su estrecha cercanía -y complicidad- con el nazismo alemán que les costó la vida a seis millones de judíos, de los cuales 1.5 millones eran niños y niñas. De otro lado, están los hallazgos de cementerios repletos de niños y niñas en Canadá (600) e Irlanda (800) en orfanatos católicos. Sin que se pueda omitir la pedofilia de sus sacerdotes y los abusos a menores alrededor del mundo.
Los políticos de doble moral como Andrés Pastrana no se quedan atrás. Hasta el año 2004, 314 menores fueron asesinados y presentados como falsos positivos, incluyendo a 15 niños menores de cuatro años. En 2010 tres niños fueron raptados, violados y asesinados por personal de la XVIII Brigada en Arauca. En 2018, 18 niños fueron bombardeados por el Ejército. En 2021 en Guaviare otros 12 niños fueron también bombardeados. Nueve millones de niños y niñas pobres habitan en Colombia gracias a las políticas neoliberales, sin contar la corrupción en los programas de alimentación a nivel nacional.
La sociedad colombiana “pro vida” no se queda atrás: mientras juzgan el aborto como asesinato, no hacen nada para proteger a los niños ya nacidos. La violencia sexual, física y el asesinato a menores es pan de cada día. Un ejemplo claro es la niña indígena de 11 años que luego de ser violada fue acusada de provocar a los soldados. ¿Y qué decir de las continuas amenazas de muerte al niño ambientalista Francisco Javier Vera, o el asesinato cruel de cinco menores afro en Cali, que muchos justificaron por su color de piel y su situación social? La cuenta sigue con los 80 niños que murieron de hambre en Guajira entre el 2017 y el 2021, y los más de 4.300 niños huérfanos al amparo del ICBF mientras encuentran un hogar, y las 7.729 denuncias de maltrato a niños solo en Bogotá en el 2021, además de un alarmante reporte de 9.000 casos de violencia sexual a menores, solo en 2021. Es decir, 46 casos diarios.
Mirando estas cifras, los “pro vida” al parecer tienen mucho en qué pensar y trabajar más allá del cuerpo, la autonomía, la libertad y el útero de las mujeres. No podemos permitir que ciertos dogmas religiosos o políticos de extrema derecha se crean dueños de nuestra libertad sexual y reproductiva. No podemos seguir permitiendo que en su falsa moral juzguen a las mujeres que desean abortar. Nosotras como ciudadanas tenemos pleno dominio sobre nuestros cuerpos, nadie puede meterse a legislar ahí. No podemos permitir que el patriarcado nos siga llamando asesinas, cuando han sido los principales generadores de verdaderos genocidios.
¡Maternidad libre y elegida!
* Columna para El Unicornio
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